Por Jerónimo Alayón
A finales del año pasado se divulgó, en varios medios internacionales de comunicación, el resultado de una investigación llevada a cabo por estudiosos alemanes y daneses. Los especialistas identificaron un conjunto de nueve rasgos consustanciales a una personalidad malvada, que llamaron factor D (de Dark, ‘oscuro’). En términos generales, el Factor D sería la inclinación excesiva a sobredimensionar el ego en desmedro del otro. La personalidad D se define por la tendencia a colocar los propios intereses, deseos y motivaciones por encima de los de los demás, incluso sacrificando los del bien común. La investigación arrojó, además, que los afectados suelen poseer no solo uno, sino varios de los aspectos, y que no siempre son tan evidentes.
Antes de desarrollar los nueve rasgos del factor D, es oportuno decir que existe un elemento transversal a todos: la falta de empatía. La empatía puede ser entendida como una resonancia afectiva, esto es, la capacidad de sintonizar con los demás. En términos más coloquiales, ese ponernos en lugar del otro. No solo es el fundamento de las relaciones interpersonales, sino que regula nuestro comportamiento en sociedad. Una personalidad no empática termina siendo pasto de sus propios instintos y deseos, sin los límites que le impone tomar en consideración al otro.
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